Kanyakumari

el lugar donde acaba la India

Destino

January 18, 2016

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Destino la India

Enero-Febrero 2016



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Kanyakumari

Kanyakumari es la ciudad más meridional de la India. De esta particularidad geográfica surge otra: la ciudad está bordeada por tres mares, el mar Arábigo al oeste, el Golfo de Bengala al este y el océano Índico al sur. Al menos eso es lo que se suele escuchar, porque en realidad, desde un punto de vista geográfico, se trata de un único mar: el mar de Laquedivas.

La ciudad de Kanyakumari ofrece diversión entre visitas y paseos junto al mar, pero sobre todo permite vivir intensamente una experiencia local. El aeropuerto más cercano es el de Thiruvananthapuram (más conocida como Trivandrum), la capital del estado vecino, Kerala. Se necesitan dos horas por carretera para llegar hasta Kanyakumari, dos horas al ritmo de bocinas y sustos cuando los coches se adelantan entre ellos, temerarios, y a menudo de tres en tres. Lo mejor para relajarse durante el viaje es hacer escalas y visitar algunos lugares interesantes del distrito de Kanyakumari.

 

Barcos en el puerto de embarque antes de salir hacia la roca. A la izquierda, el monumento a Swami Vivekananda. A la derecha, la estatua de Thiruvalluvar.

Barcos en el puerto de embarque antes de salir hacia la roca. A la izquierda, el monumento a Swami Vivekananda. A la derecha, la estatua de Thiruvalluvar.

A medio camino se encuentra el acueducto de Mathur, una buena ocasión para estirar un poco las piernas. Se trata de uno de los acueductos más altos y largos de Asia del Sur. Construido a finales de los años 60 para transportar el agua para el riego, no hace mucho que este lugar se ha vuelto famoso entre los turistas. Cruzar el puente por sus 384 metros ofrece una vista sin igual del río Pahrali, el cual fluye despacio y presta sus aguas a las mujeres del pueblo que lavan la ropa en ellas. A lo lejos, la canopea toma el relevo y se pierde en el infinito. El puente es estrecho y cuando alguien viene de frente hay que arrimarse al borde, ¡cuidado si se tiene vértigo! En los dos extremos encontramos unas escaleras que permiten acceder al río, 30 metros más abajo. En ellas también cruzamos vendedores de fruta, miel y especias. Nos detenemos un momento en uno de ellos para refrescarnos con una leche de coco, pero tenemos que irnos porque la carretera nos llama. Próxima etapa: el palacio Padmanabhapuram.

La lujosa India del siglo XVI

Todavía en el distrito de Kanyakumari, ya sólo nos encontramos a treinta kilómetros de la propia ciudad. De obligada visita, el palacio Padmanabhapuram nos adentramos totalmente en la India lujosa del siglo XVI. Este palacio ha sido testigo de la sucesión de catorce reyes durante casi dos siglos y medio.

El lugar es muy frecuentado, tanto por la belleza y el interés histórico del palacio, como para ocupar el tiempo libre de una parte de la población. La visita empieza por lo más tradicional: descalzarse. La mayoría de los lugares históricos y sagrados de la India se visitan descalzo. También es muy frecuente en la India que el billete para entrar no cueste lo mismo para los indios y para los extranjeros. Así pues, de 30 céntimos de euro que cuesta para la población local, pasa a casi 4 euros para un extranjero. Algunos piensan que este principio va contra el turista, pero otros opinan que está justificado. Cada uno tiene sus propias opiniones.

No hay que buscar un guía en la entrada; se encuentran en cada una de las estancias importantes del palacio. En varias lenguas, explican los detalles arquitectónicos, así como la función atribuida a cada sala: la del consejo de ministros, donde el rey discutía las decisiones importantes, la sala para cenar, de dos pisos y en la que podían comer más de dos mil invitados, los dormitorios y las estancias consagradas a la cultura.

 

Palacio de Padmanabhapuram; acueducto de Mathur; la cama del rey; de camino a la roca

Palacio de Padmanabhapuram; acueducto de Mathur; la cama del rey; de camino a la roca

El palacio presenta la particularidad de disponer de una arquitectura en la que han influido los dos estados, Kerala y Tamil Nadu. Las vigas y estructuras aparentes están adornadas con magníficas esculturas. El salón de baile, con sus estatuas de piedra, es un perfecto ejemplo de ello. El mobiliario, por su parte, es muy diverso. China, Bélgica o los Países Bajos regalaron numerosos muebles en diferentes épocas.

Pero la visita llega a su fin. No nos olvidamos de recoger nuestros zapatos, y seguimos nuestro camino…

Coloridas barcas de pescadores

Cuarenta minutos más tarde, el olor de la sal y el pescado nos anuncian que nos aproximamos al mar. Esta vez sí, hemos llegado a Kanyakumari, la ciudad continental situada más al sur de la India.

Más que una atracción, la “roca” es el emblema de Kanyakumari. The Rock en realidad está formada por dos rocas que sobresalen a 400 metros de la costa sudeste de la ciudad. Sobre la pequeña roca situada al oeste se erige majestuosamente una impresionante estatua hecha de piedra y que mide cuarenta metros. Se trata de Thiruvalluvar, un poeta y filósofo tamil de la Antigüedad. Terminada en el año 2000, la estatua sobrevivió al tsunami del 2004. Cuenta la leyenda que la ola más alta golpeó a Thiruvalluvar en los hombros.

En 1970 se construyó en la otra roca un monumento en honor a Swami Vivekananda, filósofo indio del siglo XIX. Swami Vivekananda vino en el año 1892 para visitar a Shripada Parai. Habría nadado hasta la roca para meditar, y allí habría alcanzado la iluminación. De hecho, bajo el monumento se ha construido una sala de meditación.

El éxito de esta atracción es sin duda que sólo se pueda acceder a ella por el mar. Las tres lanzaderas que van y vienen comparten la bahía con las barcas multicolores de los pescadores. Pero aún no hemos llegado allí. Todavía falta mucho para que nuestros pies rocen el puente del barco. Pero no se preocupen, todo llegará.

Hay de forma permanente, y durante todas las horas de apertura de la taquilla, de 8:00 a 16:00, entre 1 500 y 2 000 personas esperando para conseguir el preciado billete. Sin duda esto puede desanimar a cualquiera. Es aquí donde seguramente venga bien conocer el dato más importante acerca de Kanyakumari: existe una entrada VIP. No hay ningún cartel que indique esta entrada, nadie habla de ella y, por supuesto, no se ve desde la cola que empieza 500 metros y tres calles más lejos. Es necesario recorrer la interminable serpiente humana y pedir acceso en la taquilla al policía que gestiona la apertura y cierre de la barrera. Una vez que tenemos la autorización de entrar, el billete cuesta 169 rupias para un VIP (unos 2,20 €) en lugar de 34 rupias (unos 45 céntimos de euro) para un visitante cualquiera, pero este pase privilegiado evita muchas horas de espera.

Una vez a bordo, el barco se mueve mucho y huele a gasolina. Tras unos minutos de recorrido, apretados en los bancos del buque como sardinas a las que les han puesto un chaleco salvavidas, los doscientos pasajeros desembarcan en la roca, se quitan los zapatos y empiezan la visita.

Podría tratarse de un hermoso monumento de recogimiento si el lugar fuera tranquilo. Sin embargo, teniendo en cuenta la popularidad del sitio, el silencio (requerido a la entrada) no lo respetan ni los visitantes ni el agente de seguridad que intenta advertir a los fotógrafos tramposos con largos y estridentes pitidos. Y es que las fotos están prohibidas en el interior del monumento. Éste sólo dispone de una estancia con columnas altas de piedra negra y una estatua de Vivekananda. Se visita bastante rápido. Al salir hay un camino por el que se puede dar la vuelta a la roca y acceder a la sala de meditación construida debajo. Es muy agradable quedarse deambulando por la roca, caminando con el pelo al viento y respirando el aire marino.

Un monumento dedicado a Gandhi

Existe otro monumento junto al mar en Kanyakumari, pero esta vez en el continente. Aunque mucho menos popular que el de Vivekananda, está dedicado al Padre de la Nación india: Gandhi. Aquí nos damos cuenta de que la diferencia de popularidad entre los dos monumentos reside más en su situación geográfica y el hecho de llegar en barco a uno de ellos que en el propio homenaje que se quiere hacer al personaje en cuestión.

Con un interior sencillo, el monumento a Gandhi no es, sin embargo, menos interesante desde un punto de vista arquitectónico, donde no se ha dejado nada al azar. El punto de inicio de la construcción es un pedestal donde, catorce días después de su asesinato, se depositaron las cenizas de Gandhi una vez que una parte de ellas se echara a los ríos sagrados. Como un signo de paz, la arquitectura del monumento retoma las particularidades de los lugares de culto de las tres religiones principales de la India: la entrada y su vestíbulo provienen del templo hindú, la forma en cruz que tiene el edificio, de la iglesia, y la cúpula de la estancia principal, de la mezquita. En lo más alto de esta cúpula hay un agujero que deja pasar un rayo de sol. Únicamente el día del cumpleaños de Gandhi, y a las 12:20, hora de su nacimiento, el sol se posa sobre el pedestal donde fueron depositadas sus cenizas. Por último, la altura del monumento corresponde a la edad, en pies, de Gandhi en el momento de su muerte.

En los muros se observan antiguas fotografías que recuerdan las etapas y encuentros importantes de su vida.

Pero más allá de las visitas, los más bellos espectáculos que ofrece Kanyakumari tienen lugar todas las mañanas y todas las noches. Su ubicación en la punta del extremo sur de la India hace de ella el único lugar del país en el que podemos observar el amanecer y el anochecer desde el propio mar. Los responsables del turismo de la ciudad han tenido muy en cuenta este detalle. Si bien han designado lugares específicos para ver el amanecer y el anochecer en los extremos oeste y este de la costa, tampoco se han olvidado de construir una ancha torre junto al mar. Invadida a la hora en que anochece, es mejor ir con antelación si se quiere reservar un lugar privilegiado. La torre se transforma en un auténtico estudio fotográfico. Con el móvil en la mano todos capturan el momento mientras que el astro solar se aleja en el horizonte.

Poco a poco la torre se vacía a medida que desaparecen los últimos rayos.

En ese momento observamos que, de hecho, toda la costa ha servido como teatro a los grupos de amigos o parejas enamoradas que han venido a apreciar este momento que, aunque tiene lugar a diario, siempre es igual de mágico.

Pero al girar la vista hacia el hotel vemos que se instala un ambiente muy diferente, lejos de la tranquilidad del momento pasado durante el anochecer. Aquí se vende de todo: camisetas, espejos, conchas, esculturas de madera, zumos de fruta fresca… pero no los vende cualquiera. Un policía en moto pasa entre el gentío para sorprender a los vendedores ambulantes que acosan a los transeúntes. Sin embargo, más que en los gritos de los vendedores, nosotros confiamos en nuestro olor a medida que nos llegan los aromas de canela, anís estrellado, clavos de olor o nuez moscada. Con unas rupias menos en el bolsillo, continuamos nuestro camino hacia el hotel y volvemos a pasar por la calle donde esta mañana cientos de personas esperaban bajo la lluvia su billete para la roca. Sin duda encontraremos la misma cola mañana por la mañana, y al día siguiente, y al siguiente…


 

Cómo llegar

Kanyakumari el lugar donde acaba la India

Kanyakumari el lugar donde acaba la India

Por aire El aeropuerto más cercano es el de Trivandrum. No sólo está bien conectado con las ciudades principales de la India, sino que también proporciona vuelos frecuentes entre el territorio y los países del Golfo.
 
En tren Hay trenes diarios que conectan Kanyakumari con las ciudades principales de la India. Por ejemplo, el Kanyakumari Express une la ciudad con Mumbai y Bangalore.
 
Por carretera Se puede acceder en coche fácilmente gracias a una amplia red de carreteras.

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