El amor en el país

de los matrimonios arreglados

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Sociedad

January 20, 2018

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Destino la India

Enero-Febrero 2018



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Entre la modernidad y el conservadurismo, ¿cómo encuentra la juventud india el amor?

« Se han casado por amor», susurró Priya en confianza, señalando a una pareja que entraba al cine. Una verdad que aparentemente crea una cierta admiración, incluso una pizca de envidia, en los ojos del joven indio. Para un occidental, esta revelación es sorprendente: ¿pero cómo es posible? ¿No nos casamos precisamente porque nos amamos? Bueno,esa pregunta no es tan fácil de hacer en la India. De hecho, para el 85% de las parejas, la unión comienza con un matrimonio (meticulosamente organizado por la familia de acuerdo con numerosos y precisos criterios), luego viene la relación sexual (normalmente la primera) y finalmente, para los afortunados, el florecimiento del amor.

Sin embargo, en solo 10 años, los matrimonios por amor (la elección del corazón, en oposición al matrimonio por una razón que representa el matrimonio arreglado) han adquirido una escala sin precedentes: habrían pasado de suponer el 5% a representar el 20% de los matrimonios en los principales centros urbanos. Entonces, ¿cómo se explica ese cambio? Y ¿a qué se exponen los que, por su elección, se oponen al marco tradicional?

Shoba y Manoj no parecen ser muy diferentes de otras parejas de la clase media india. Shoba aún no había terminado sus estudios cuando, a los 20 años, se casó con Manoj, quien, a sus 22, acababa de conseguir su primer trabajo en una empresa multinacional con sede en Gurgaon, un suburbio hiperactivo de Nueva Delhi. En el pequeño piso que la pareja acaba de adquirir, sus dos hijos, todavía vestidos con el uniforme escolar, comen un abundante refrigerio mientras Shoba prepara el té en la cocina. Manoj me invita a la sala de estar donde un sofá negro se sitúa frente a una imponente pantalla de televisión. Shoba y Manoj son felices. Han regresado a su Kerala natal después de 13 años de ausencia. Un exilio forzado, porque, a pesar de esta imagen familiar tradicional, la pareja tuvo que luchar durante muchos años para que su unión fuera aceptada. Shoba y Manoj son, sin embargo, de la misma casta (pero no del mismo subgrupo); asistieron a la misma escuela y vivieron en dos vecindarios contiguos. Fue al final de la adolescencia cuando se enamoraron: «En ese momento, los SMS eran gratis en la India. Así que nos comunicamos mucho de esa manera, pero nuestra relación era muy casta», cuenta Shoba. Cuando los dos jóvenes deciden hablar sobre su amor con sus padres, se topan con un muro insuperable: «No, es imposible», les dicen. Los padres de él tienen otros proyectos matrimoniales para su hijo, y para preservar el honor de su hija, los padres de Shoba la mandan a casa de una tía en Ooty (a más de 350 kilómetros de la casa de sus padres) con la prohibición de ponerse en contacto con Manoj. Sin embargo,los amantes son tercos. Desarrollan un plan y una noche, huyen juntos en tren a Delhi. «Manoj había encontrado un trabajo y teníamos amigos allí. Nos alojaron y fueron los testigos de nuestra boda, que celebramos apenas una semana después de nuestra llegada», comenta Shoba. ¡Estupor y escándalo en Kerala! Si bien los dos jóvenes son mayores de edad en el momento de la boda, no escapan a las amenazas de juicio por secuestro y las llamadas desesperadas que mezclan maldiciones y amenazas de suicidio. Es un castigo máximo: las familias cortan los lazos por completo con los dos recién casados. «Pasamos por momentos muy difíciles», rememora Shoba. «Teníamos muy poco dinero, estábamos en una ciudad nueva y nunca habíamos vivido solos.

Tuvimos que aprender muy rápido para salir adelante. De todos modos, no había vuelta atrás», agrega la joven, emocionada. Las cosas se complican aún más cuando da a luz a su primera hija, poco más de un año después de la boda: «Nadie estaba allí para enseñarme cómo hacerlo y apoyarme, especialmente porque tuve que volver al trabajo muy poco después del nacimiento».

Afortunadamente, el paso del tiempo, las mediaciones de tíos y tías de mente más abierta, así como el nacimiento de los dos hijos de la pareja, favorecen que la familia vuelva a unirse. La pareja, aliviada (y no resentida), decide volver a vivir con el círculo familiar: «Queríamos casarnos, pero nunca quisimos herir a nuestros padres. Ahora nos alegramos de estar con ellos, por nosotros y nuestros hijos», concluye Manoj con una sonrisa.

Juventud urbana, impulsora del cambio

Si hace 13 años Shoba y Manoj eran una excepción, el lugar del amor en una relación, así como la posibilidad de tomar decisiones personales, parecen cada vez más debatidos en la India, al menos entre jóvenes adultos de esta nueva clase media y urbana que sigue creciendo. Es la hora de comer en la empresa de informática de Manoj. Detrás de las grandes ventanas, sentados alrededor de una larga mesa, unos jóvenes empleados desempaquetan sus comidas bajo los fríos aires acondicionados. Aquí no se contrata según la casta, la religión, la altura, el color de la piel, ni siquiera el sexo, ya que se cuentan tantos hombres como mujeres. Saris, túnicas, faldas largas o vaqueros se mezclan en un alegre alboroto: bromean, se ríen y opinan. «El matrimonio arreglado es tranquilizador, pero yo quiero una relación en la nos seduzcamos, donde descubramos pasiones y sueños comunes y donde nos elijamos por lo que realmente somos», explica Arjun, un apuesto joven, de repente romántico. Al afirmarse como individuos, estos jóvenes cuestionan el matrimonio arreglado que, lejos de celebrar el compromiso de dos personas, se concibe como una alianza entre dos familias que implica deberes y obligaciones y que sirve para preservar y perpetuar los valores del grupo.

Sin embargo, lejos de su familia o comunidad, y enfrentados a una sociedad más heterogénea (en la vida real y, a menudo, a través de las redes sociales), estos jóvenes están derribando las barreras. Esta nueva independencia también les permite afirmarse más: «Si somos capaces de tomar decisiones correctas en nuestro trabajo o tareas cotidianas, ¿por qué no podemos elegir a nuestro compañero de vida, independientemente de su origen o religión?», se pregunta Rushita, una joven diseñadora gráfica con grandes ojos brillantes. Sobre todo porque estos jóvenes urbanos han adquirido una nueva autonomía financiera. «Ya tengo un sueldo más alto que el de mi padre e, incluso si les doy una gran parte a mis padres, todavía me queda suficiente para vivir», confiesa con orgullo la joven.

De acuerdo con la Política del Centro para la Vida Laboral, el 30% de los empleados en India ahora son mujeres cuyos ingresos están aumentando rápidamente (aunque, como en la mayoría de los países, siguen siendo más bajos que los de los hombres). Estas mujeres emancipadas no se sienten diferentes de sus colegas masculinos y tienen la intención de usar su libre albedrío para elegir a su compañero de vida. «No me considero propiedad de mis padres, transferible a otro hombre y a su familia a cambio de una suma de dinero», afirma Rushita.

Sin embargo, si bien la revolución del matrimonio parece haber comenzado, la sexualidad sigue siendo tabú. Aunque no se necesita receta para conseguir anticonceptivos, la virginidad de las niñas en el momento del matrimonio sigue teniendo una importancia considerable. Así pues, pocas parejas se exhiben abiertamente antes de estar casadas o, al menos, comprometidas. De hecho, es casi imposible para una pareja cuya unión no está formalizada encontrar un piso de alquiler o incluso una habitación de hotel. No es tan sorprendente cuando pensamos que un simple beso en público puede llevar a la ira de las hordas de fundamentalistas, dispuestos a imponer su visión de las relaciones entre hombres y mujeres rápidamente. En 2014, un grupo de extremistas hindúes destrozó una cafetería en Kochi (Kerala) donde los amantes solían reunirse y darse las manos. En respuesta, docenas de estudiantes iniciaron un movimiento al que llamaron Besos de amor y se reunieron para intercambiar un lánguido beso frente a una multitud escandalizada que denunciaba un «gesto importado de Occidente que mancha la cultura india». Para evitar que fuera a más, la policía detuvo a los estudiantes.

Una elección peligrosa

En la India, amarse antes de casarse es alterar el orden establecido. Dar prioridad a los propios sentimientos y escapar del control del grupo a veces tiene terribles consecuencias. Como en el caso de Shoba y Manoj, a menudo los padres desaniman a los amantes (expulsión forzada, culpabilidad,palizas, amenazas). «Aquí, algunas chicas cuyos padres sospechaban de una aventura, se vieron obligadas a abandonar sus trabajos. Están encerradas en casa mientras esperan su matrimonio arreglado», revela Arjun. Cuando los amantes persisten, a veces se presentan denuncias por secuestro o incluso violación. Así, en 2014, Imran, un joven musulmán de Uttar Pradesh, fue condenado a 12 años de prisión después de que su esposa, muy probablemente bajo presión familiar, testificara en su contra (a pesar de muchas pruebas contradictorias) y evocara un secuestro y un matrimonio forzado.

Debido a que el individuo se percibe primero como miembro de una comunidad, se considera que su elección personal mancha el honor de todo el grupo. Lógicamente, el crimen que involucra a un miembro de otra comunidad se juzga aún más severamente. Así, los matrimonios interreligiosos o entre castas son los que se reprimen con mayor severidad, yendo tan lejos como hasta el asesinato, ordenado por los khap panchayats, los consejos de las aldeas, todavía poderosos en el norte de la India.

El pasado marzo, Sankar, un estudiante de 22 años, murió a golpes de hoz mientras que su esposa Kausalya, de 19 años y perteneciente a una casta superior, resultó gravemente herida cuando ambos caminaban por una ocupada calle de Udumalpet, en el estado de Tamil Nadu. «Se casaron hace ocho meses y la familia de su esposa no estaba contenta. Ella proviene de la casta alta de los thevar y él era un dalit», explicaba N. Manjunatha, oficial de policía local. Según las estadísticas de las Naciones Unidas, cada año se cometen unos mil crímenes de honor en la India, de un total de 5 mil en el mundo. Solo en los estados de Punjab y Haryana (Norte), el Tribunal Superior de Justicia recibe un promedio de 50 solicitudes por día de parejas que buscan protección. Sin embargo, es una decisión judicial que hoy escandaliza y moviliza a las asociaciones de protección de derechos en Kerala. En mayo, un tribunal local de justicia anuló el matrimonio de Akhila Ashokan, una homeópata hindú de 24 años, y Shefin Jehan, musulmán de 27 años, después de que los padres de la joven afirmaran que el chico buscaba, al seducirla, adoctrinar a su hija en favor de un movimiento terrorista. A pesar de la flagrante falta de pruebas y la edad de los protagonistas, el Tribunal de Justicia de Kerala ordenó a la joven regresar a vivir con sus padres, donde ahora está enclaustrada en una habitación con total prohibición de comunicarse con su marido, pendiente de la decisión del Alto Tribunal de Justicia de la India ante el cual la pareja apeló.

Por otro lado, arrinconadas y aterrorizadas, algunas parejas solo encuentran escapatoria en la muerte, como esos amantes, él hindú y ella musulmana, que en el 2015 se degollaron en el recinto del Taj Mahal, el monumento indio símbolo del amor. Unos Romeos y Julietas indios que prueban que el amor puede ser trágico en este país.

Marcada por un entorno restrictivo y una cultura tradicional al mismo tiempo que participa en los cambios socioeconómicos de la India, la juventud moderna sigue dividida y vacilante.

«¿Qué hacer en caso de ruptura? ¿Quién estará allí?», se pregunta Arjun al comentar la cantidad de suicidios que surgen de los corazones rotos. Mientras que algunos, como Rushita, reclaman fuertemente su derecho a elegir, muchos jóvenes intentan conciliar su sueño de amor con el respeto a la tradición. Convencer a los padres sigue siendo la mejor opción, pero muchos finalmente aceptan un matrimonio arreglado «que no es un matrimonio forzado. Todavía podemos elegir entre varias propuestas», recuerda Arjun en voz alta, como para convencerse a sí mismo, aunque eso pueda significar encontrar el amor más tarde. Según una encuesta publicada en 2011 por Outlook, el 25,4% de las parejas indias encuestadas admiten haber tenido, al menos, una aventura extramatrimonial.

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